EDUARDO ALAGASTINO, UN PERSONAJE DEL BASQUETBOL ARGENTINO |
"Morir en una cancha hubiera sido la felicidad más grande" |
Apasionado del arbitraje y con 61 años, el Mono dice que le encantaba que lo silbaran. Y aclaró que no favorecía al visitante: "Me focalizaba en que ganara el mejor". Asegura que su despedida de la Liga Nacional se dio cuando estaba aprendiendo a arbitrar. Y opina que las reglas de juego son para los estúpidos y una guía para los inteligentes. Fernando Rodríguez "La Nueva Provincia" |
--Si están escuchando los que están en la mesa de al lado pueden pensar que usted es un pastor, un político, un filósofo... --¡Ese es el árbitro de básquet! Eduardo Alagastino, de prolijo traje y engominado, 15 minutos antes del horario de encuentro había pedido un café y pasaba el tiempo leyendo "El arte de amar", de Erich Fromm. "Desde 1980 estoy con un libro en la mano", aclaró. El Mono, todo un personaje del arbitraje, fue uno de los pioneros en los inicios de la Liga Nacional de Básquetbol. Y cada vez que llegaba a algún lugar decían: `viene el árbitro del visitante'". Aunque él tiene sus razones para oponerse a ese pensamiento popular. "¡Sólo un loco quisiera salir a las seis de la mañana por arriba de los techos porque ganó el visitante! Mi mentalidad --aclaró-- estaba focalizada en que ganara el mejor". --Es decir, usted entiende que cuando dirigía a nivel profesional equiparaba las posibilidades de triunfo. --Es que, ¿considerás que un equipo iba a recorrer 1000 kilómetros para que después yo desdibujara algo con tal de salir cómodo de la cancha? ¡No! Nunca lo hice. Por eso me recuerdan en cualquier mesa de café que hablen de arbitraje. --Me imagino que más de un compañero le debe haber sugerido querer salir cómodo de la cancha. ¿Cómo lo manejaba? --Abiertamente nunca me lo dijeron, pero a la hora de la siesta, cuando mi compañero de turno empezaba a dar vueltas en la cama, era evidente que le tenía miedo al partido. --¿Notaba eso? --En la vida no es más quien ha andado, sino quién más ha a observado. --¿Se sentía protagonista? --A mí me encantaba que me silbaran. El árbitro forma parte del juego, pero no por pretender ser la estrella. De todos modos, es imposible que el árbitro pase desapercibido. A mí, a veces me decían que quería ser protagonista, pero yo me sentía parte del juego, como podés sentirte vos llevando las estadísticas. --Hay jugadores que se esconden en la última ofensiva. ¿Usted, como árbitro, era de los que quería tomar la decisión final? --La gente dice que los finales cerrados son para un infarto, pero quiere eso. Y a mí, me pasaba de estar comprometido, participando del juego y tratando de no incidir en el resultado. Había partidos que no quería que terminen, porque disfrutaba. "Es fácil decir que estoy loco" A los 61 años, Alagastino trabaja en el archivo de sentencia de Tribunales de Santiago del Estero y, paralelamente, continúa arbitrando el NBA (Nuevo Básquet Amateur de Santiago). "No me incomoda la edad --tiró el Mono--. El animal, biológicamente, cuando deja de crecer empieza a envejecer, pero el humano que tiene la capacidad de edificarse a través de su raciocinio, no envejece nunca, es así como se ven jovenes viejos y viejos jovenes". --Todo muy lindo, pero no pudo seguir dirigiendo a nivel profesional. --¡Qué paradigma el mío! Dejé cuando estaba aprendiendo a arbitrar. Si no hubiese dinero de por medio, yo seguiría pitando. Pienso: si estás físicamente bien, tienes feeling con técnicos, jugadores y gente, te utilizo y, de paso, te pongo como un bastión para los que vienen. Ahora, si estás gordo y no estás acorde a este básquet, entonces sí andate. --Es que ahora no se ven gordos o desalineados. El arbitraje se focaliza más en la forma que en el fondo. --No caben dudas. Se está teniendo en cuenta más a la figura del árbitro y a veces no tanto el contenido, por la mediatización y profesionalización. Quizá, si yo tuviera lifting seguiría arbitrando, je. Antes se arbitraba un poco de prepo; el árbitro valiente tenía más connotación, porque cada partido era una batalla, pero se ha ido progresando. "En cambio, ahora es todo más light, entonces, no se complican mucho los partidos. Pero este es un juego de precisión y quienes lo manejan deben estar preparados para entenderlo en forma finita". --¿A qué se refiere? --A estar en equilibrio con todo el entorno al juego, hasta con los choripaneros. ¿Por qué crees que Bavetta (con 71 años es el que tiene más partidos en la historia de la NBA) todavía dirige? Porque entiende el juego y no precisamente sólo a los 10 que están en la cancha. --¿Ese pensamiento era el que le permitía dirigir en medio de ambientes pesados? --Lo mío fueron los anticuerpos de mi formación: vivir en la perisferia y venir de una familia muy humilde donde viví una serie de vaivenes durante mi adolescencia. Esto fue modificando mi comportamiento, haciéndome crecer dentro de lo que uno ama, como el arbitraje, que me ha dado todo. --¿Está renegado del arbitraje actual? --¡No, no! Pretendería que las cosas fueran mejor, pero es predicar en medio del desierto. El vanguardista es quien marca la diferencia. Un 85% se mueve bajo un lenguaje simbólico y trivial, que no conduce a nada. Los que marcan la diferencia integran el 15% que roza la locura. --¿No le parece que, a raíz de que piensa mucho, los que conducen prefieren tenerlo lejos? --No te quepa la menor duda. Pero ¡ojo! Todo lo que fui transmitiendo, hoy me está dando la razón. Las reglas de juego son para los estúpidos y una guía para los inteligentes. Entonces, cómo voy a conformar un grupo que, a base de las reglas, sale a disertar por todas partes. De todos modos, es fácil descalificarme y decir que estoy loco y fuera de contexto. --Y que está viejo, je. --También, je. Permanente lector. --Al margen de discrepar con la conducción del arbitraje, ¿se siente bien representado por sus colegas? --Sí, sí. ¿Cómo no? ¿Qué árbitro no se destacó dirigiendo en el exterior? --¿Son mejores que antes? --Han evolucionado, pero quisiera que evolucionaran más. Hay que prepararse en un todo. Hoy se habla de entender el juego y eso significa liberar un montón de cosas para poder arbitrar, lo cual es tener una visión clara del equilibrio y la flexibilidad dentro del juego. --¿Por qué empezó a incorporar tanta teoría? --En una escala en Europa, donde arbitré varios días, había muchos libros y sus contenidos iban más allá de las reglas. Sabato decía que un libro inexorablemente lleva a otro libro; y el que no estudia no piensa y el que no piensa está destinado a ser siempre un ciervo. Entonces, empecé a prepararme. Y los mismos conocimientos te dan libertad. "Había que arbitrar antes, ¿eh?" --¿Intentaron sobornarlo alguna vez? --Acá (en Santiago del Estero) sí. En la Liga, jamás. --¿Cómo asumía la propuesta? --Uno sabe que el nivel del individuo que hace una propuesta así ni siquiera es para tener en cuenta. --¿Cuántas veces le pegaron? --Si te pones a anotar, no te alcanza la libreta, je. Los primeros años de la Liga fueron durísimos. Te hablo de Villa Angela, Cañada de Gómez, Firmat... --¿Extraña el día a día del arbitraje profesional? --Me fui preparando para cuando me tocara dejar. Lo sentí mucho, máxime porque todavía estaba en condiciones de seguir. --¿Lo obligaron a dejar? --Sí, por la edad. Y tenían miedo que yo hiciera juicio. ¿Cómo iba a hacer juicio cuando el arbitraje me dio todo? --Pero últimamente hacían cola para cobrar. --Son otras épocas... --¿En su momento fue el mejor árbitro de la Liga? --No tengo dudas de que he sido el bastión de los árbitros y uno de los motivos por los que se está jugando la Liga. Y eso me llena de orgullo. Había que arbitrar antes, ¿eh? --¿Cuándo la pasó peor en una cancha? --En los comienzos de la Liga todas las canchas eran complicadas. Porque el local siempre tenía que ganar. Y eso era denigrante para el árbitro. --¿Se sintió acompañado en su lucha por tratar de no ser denigrado? --Los árbitros formamos un equipo. --No siempre todos los jugadores de un equipo tiran para el mismo lado. --Yo me sentía parte del equipo. Puede ser, sí, que en un equipo alguno rinda un poco menos, je. Pero, en mi caso, he sido valiente. Tuve la mala suerte de que no me mataran en una cancha. Morir en una cancha hubiera sido la felicidad más grande de mi vida. El arbitraje me dio todo. ¡Y lo que me va a seguir dando! Sigo conceptualizando que la vida no es una carrera de 100 metros, sino un maratón. |